Sociedades anónimas del soplo
Mirko Lauer.
Una parte de la inflación de destapes, ampayes y zancadillas en la política de estos tiempos se debe al retorno de la iniciativa privada a la actividad de inteligencia. En una de las versiones sobre el tema existe ya un par de organizaciones de inteligencia paralelas a las establecidas por ley, y trabajan las 24 horas.
Una de ellas se habría establecido por cuenta propia en torno de un importante personaje del gobierno, e incursiona por igual en los asuntos políticos y en los negocios privados. Los servicios de inteligencia de los institutos armados conocen de la situación, pero vienen teniendo problemas para ponerle coto.
La situación no es muy distinta de la de los años 90, en que –después se supo– no eran infrecuentes el chuponeo, el espionaje industrial, las campañas concertadas en los medios, los operativos psicosociales y otras perlas, siempre a no mucha distancia de alguna forma de protección oficial. Pero hay variantes que corresponden a estos tiempos.
Por lo pronto esta vez los organismos propiamente oficiales de inteligencia no están muy contentos. El disgusto comienza por el Consejo Nacional de Inteligencia, CNI, adscrito a la Presidencia de la República, y todavía en proceso de recuperarse del saqueo de fines de los años 90. Pero también los departamentos de las FFAA están refunfuñando.
Entre los productos más visibles de estos operadores particulares estarían los psicosociales sobre un supuesto atentado contra el presidente y un supuesto atentado el pasado 31 de diciembre, sostenidas campañas contra funcionarios públicos, sobre todo, y sintomáticamente, personal del ministerio de Defensa y de Relaciones Exteriores.
Nada de esto es realmente nuevo. Pero el alivio que los fujimoristas y los montesinistas han empezado a vivir desde la pasada elección viene potenciando estas prácticas. Aunque algunos de los protagonistas también fueron por momentos conspicuos operadores dentro y fuera de las tres armas bajo el gobierno de Alejandro Toledo.
Para el gobierno aprista este recrudecimiento de viejos usos no es una buena noticia, pues en estos tiempos lo oficial es mucho más vulnerable a los fisgones que lo particular, y mucho mayor la demanda. Lo cual podría estar obligando a los apristas a pensar en algunas formas de contrainteligencia política para vivir mañana.
Es aquí donde entra Agustín Mantilla, cuya aparición en escena coincide casi a la hora con el ingreso de Luis Alva Castro al ministerio del Interior. Quizás el ex ministro se estaba ofreciendo como un antídoto contra estos peligrosos negocios privados con la inteligencia. Ya nos enteraremos cuando empiece la campaña contra él
Mirko Lauer
No hay comentarios:
Publicar un comentario